En la Residencia de Mayores del Ilustre Colegio de Enfermería, en los días previos a la Navidad estamos realizando muchas actividades, entre ellas, este taller de cocina, una actividad que tiene gran acogida entre los residentes.

En este sentido, apostamos mucho por los beneficios terapéuticos que ofrecen los talleres de cocina o talleres de repostería. Pues, a muchas personas mayores les permite ejercitar una de sus aficiones declaradas o un hábito que formaba parte de la vida doméstica.

Por tanto, cualquier taller culinario encierra para ellos un significado personal que podemos exprimir en su beneficio. Pues, forma parte de ese elenco de pequeñas cosas cotidianas que van conformando nuestras historias mínimas.

Porque las comidas que elaboramos o los alimentos que ingerimos son hechos claves de ese rompecabezas que supone nuestra vida personal. Nos describen, dan significado a nuestro diario vivir y tiene una poderosa —y subliminal— conexión con nuestro mundo emocional, ¿no os parece?

Sin duda, para las personas mayores la elaboración y el consumo de platos tradicionales llevan implícito una expresión de cariño, de valía propia. Pero también los sumerge en recuerdos y les permite regular sus estados anímicos.

No obstante, los beneficios funcionales, cognitivos y terapéuticos que les aporta un taller de cocina a las personas mayores son numerosos. Por eso, es una actividad habitual en nuestra residencia.  Además, les brinda la posibilidad de asociar ciertos platos o postres a eventos culturales importantes para ellos.

En esta ocasión hemos realizado un taller de repostería, haciendo croissant de chocolate, figuras y árboles de Navidad, en el que en la merienda lo hemos podido disfrutar.

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